Por Néstor R. Martiarena
Pensar en las décadas como fracciones mensurables de la historia de la humanidad, de una nación o de una sociedad en un territorio dado, es un recurso frecuentemente utilizado para divulgar procesos de los que las ciencias sociales procuran dar cuenta.
Como recurso para modelizar procesos epocales, es bastante eficaz, ya que la matriz cognitiva occidental ha formateado con el sistema decimal, desde hace más de dos mil quinientos años, la capacidad humana de explicar el cosmos de la física y el microcosmos de las ciencias humanas: el número 10, o próximos a él, en todas las ciencias, constituyen un patrón para encontrar unidades fenoménicas que se conforman con aproximadamente esa cantidad de elementos constituyentes.
Ejemplos sobran en todas las ciencias, sean de las arcaicamente mal denominadas “duras” (hoy en día sumamente relativizadas en su epistemología por numerosas teorías de esas propias ciencias) o de las más jóvenes ciencias humanas y sociales, herederas de la filosofía, la hermenéutica y la filología.
Por dar algunos ejemplos, en el campo de la matemática, en numerosas civilizaciones a lo largo de la historia de la humanidad el número 10 fue tomado como fundamento para desarrollar sistemas de cálculo y medición, indudable efecto del uso del propio cuerpo (los dedos de la mano) como ábaco; o el cuadrado del número Pi es 9,8696; el 10 es la base del sistema decimal que ha configurado las ciencias matemáticas, físicas y estadísticas. Incluso numerosos fenómenos cósmicos se aproximan a dicha cifra, como los ciclos de erupciones solares que la astronomía determina cada 11 años.
De manera análoga, en las ciencias humanas, el diez se ha vuelto fundamental en términos explicativos. En historia, Giambattista Vico y su teoría pendular de la historia con el corsi e ricorsi como metáfora explicativa; en economía, la teoría de los ciclos de Schumpeter y los ciclos de Juglar; en psicología, los estudios clásicos del cognitivismo de Miller sobre el mágico número 7 más/menos 2 (o sea, un número entre 5 y 9, con el nueve o diez como extremo máximo para la óptima capacidad humana de procesamiento de información); sólo por nombrar algunos ejemplos.
Volviendo a nuestro interés inicial por las décadas, es indudable que la visión pendular de la historia tiene no solo atractivo, sino que para los argentinos se ha vuelto una verdad casi incuestionable. Cada diez años nuestro país, nuestra provincia, cada uno de nuestros territorios, viven una profunda reconfiguración de patrones de ordenamiento, convivencia y “contrato social”, por llamarlo de alguna manera.
Sin embargo, cabe repensar el modelo histórico de Vico más como una circunvolución alrededor de una órbita que si se desacelera lleva a estrellarse, cual nave espacial en apuros, de vuelta en el planeta de origen; o que, si se acelera cada vez más, puede la nave lograr un salto cualitativo, impulsado por la gravedad del planeta de origen, más la centrífuga, hacia otro cuerpo celeste próximo y su influencia gravitatoria. Según ese principio las naves espaciales tripuladas Apolo y las no tripuladas rusas Lutnik lograron en los ’60 y ’70 llegar a la Luna.
No se trata siempre de ir y venir como un péndulo por la historia, haciendo y deshaciendo. La política, la economía, las prácticas sociales, requieren en nuestros territorios locales, en nuestra provincia, en nuestro país, en nuestro subcontinente y en el globo completo, algo muy diferente al tan consabido y recursivo pendular entre posiciones polarizadas. El verdadero salto cualitativo y transformador, no siempre es un cambio de ideas, modelos o grupos. A veces, especialmente cuando se quiere un cambio realmente profundo y superador, implica la aceleración expansiva en torno a cierta órbita.
Dicho en otros términos, al inicio, todo cambio se parte de nuevas ideas que despegan como un cohete desde algún punto del espacio social… Pero luego, si se permite a dicho cambio progresar lo suficiente, es altamente posible que el mismo nos lleve a una nueva dimensión del cosmos de la democracia y el desarrollo humano y económico.
En algunos espacios sociales, o en algunas de sus instituciones, es cierto, puede hacer falta que algunos “cohetes” ideológicos y praxiológicos se detengan y den lugar a nuevos “astronautas”, con nuevas “misiones” y nuevos rumbos posibles (que en un principio parecerán circulares, orbitales y rutinarios, en torno a nuevas rutinas hasta entonces desconocidas, claro). En otros espacios del campo social, a su vez, las órbitas hasta aquí trazadas podría ser más recomendable seguir potenciándolas, acelerándolas y expandiéndolas, no para quedarse atados a los fundamentos de su origen, sino para dar un salto espacial hacia la construcción de una realidad humana, social e institucional superadora.
Escribo estas líneas, que buscan inaugurar este espacio virtual de reflexión, opinión y motorización de debates y pensamientos, aunque por sobre todo de acciones, en un momento histórico que para nuestro país, nuestro Jujuy y nuestros territorios locales en la provincia, resultará señero en el sentido de los cambios. Entendiendo que el cambio deseado, no se limita a meros eslóganes, sino que muchos de los verdaderos cambios podrían ser reconfirmaciones de proyectos y liderazgos, así como también podrán ser lo contrario; y el conjunto de cambios integrantes del cambio, seguramente conjugará una constelación sumamente enredada y compleja de cambios de todos los colores, potencias y volúmenes, atravesados, cruzados al paso, por las fuerzas del poder hegemónico procurando la continuidad del status quo en sus aspectos más inhabilitantes, egoístas y regresivos, ni siquiera conservadores.
La realidad es más compleja que lo meramente enunciable (aunque lo que se enuncia en gran medida performa la realidad humana, no se discute). Sin embargo, atarse a la palabra “cambio” como a un lema de cruzados medievales, no muestra siempre la pertenencia real al campo de los agentes del cambio social…
Ejemplo de ello lo hemos tenido recientemente en la elección de cierto Colegio profesional jujeño, que tuvo lugar a comienzos de septiembre. Dos listas se proponían en sus lemas como “cambio”. Pero la perdedora, demostró su regresividad, corrupción y perversión de la democracia en una seguidilla de acciones de despedida: nunca comunicar oficial y públicamente los resultados de las elecciones, imponer de un modo inédito y triste que la asunción de la nueva conducción tenga lugar 20 días después de las elecciones (cuando en cualquier colegio o gremio se asume de inmediato), tener tiempo así para “ordenar” las cuentas siendo que no existía balance realizado en tiempo y forma (de hecho el balance se elaboró... los dos días previos a la asunción de las nuevas autoridades), procurar (sin éxito por suerte) que la asunción de las nuevas autoridades sea en un lugar físico diferente al del propio Colegio, mostrar irregularidades administrativas que comprometen el uso discrecional y unipersonal de fondos y depósitos de la institución, contratar a días del final de su mandato una fiesta y brindis para los colegas pretendiendo que se realice y cancele su pago durante el mandato del Consejo Directivo que asume; comprar varios aires acondicionados después de haber perdido las elecciones; intentando comprometer de arranque, como se observa, la gestión de quienes si vienen por el cambio, la transparencia, el compromiso y una nueva etapa de progreso, desarrollo y conquistas sociales para los colegiados.
Es solo una diminuta muestra, pero que bien sirve de ejemplo y de recurso para reflexionar con apoyo de un fragmento de la materialidad del contexto social e institucional jujeño, como recorte a la hora de pensar y repensar nuestro futuro.
Inicia una nueva década (no hace falta esperar al 2020). La que aproximadamente comenzó en 2003 está llegando a su fin. La nueva década tiene que ser un ciclo superador, que construya sobre lo ya construido con solidez y que tire abajo lo edificado con cimientos inadecuados. No debería ser un derrumbar hasta el último ladrillo, porque el cambio a ese extremo, inmoviliza en movimientos pendulares funcionales a la institución de la indecisión y la cobardía como forma de control social que fortalece los determinismos más serviles.
En “Así habló Zaratustra”, en el capítulo titulado “De la visión y el enigma”, Nietzsche emplea como metáfora la visión de un pastorcillo atrapado en la constricción de una enorme serpiente que se le ha enrollado en su cuerpo, a la vez que se muerde su propia cola como la figura alquímica del Ouroboros.
El pastor está inmovilizado por el temor y el asco, pero Zaratustra le ordena morderle la cabeza a la serpiente para cortársela y liberarse de la opresión. Al animarse y hacerlo, el pastor hace de metáfora o símbolo de la liberación respecto a un tiempo circular, repetido, carente de incertidumbres, un tiempo casi muerto en la rutinización, la compulsión repetitiva carente de significaciones, el hastío y el descompromiso; para dar lugar a la decisión de afrontar valiente y creativamente su tiempo vital.
Desde hace ya una década hemos empezado a morder la cabeza de la serpiente. Es hora de seguir escribiendo el Tiempo.