viernes, 12 de febrero de 2016

Derechos Humanos de tercera generación

por Néstor R. Martiarena

En este artículo se aborda el tema de los derechos humanos denominados de tercera generación (Pérez Luño, 2013:470-475), específicamente aquellos vinculados a la irrupción de las denominadas nuevas tecnologías (NT) o tecnologías de la información y de la comunicación (TIC).
Como hilo conductor del análisis desarrollado se plantean dos preguntas, cara y ceca de un mismo debate: ¿Son las TIC simplemente herramientas y recursos respecto a los cuáles los sujetos tienen determinados derechos, como los pueden tener respecto a tantos otros recursos al servicio de la humanidad? ¿O son productos de la humanidad que vienen directa, a la vez que complejamente, a transformar a tal punto la subjetividad que dan lugar, no sólo a un nuevo ciudadano sino, antes que ello, incluso a un nuevo ser humano, sujeto a un nuevo estado de conciencia, una nueva percepción, una nueva condición cognitiva y afectiva, que subvierte los rasgos humanos conocidos y reconocidos por la ciencia, la filosofía y el derecho?
De la posibilidad de una respuesta afirmativa a la segunda pregunta, se deduce que, si las TIC son capaces de transformar la naturaleza fenomenológica de la existencia humana y las modalidades de percepción, cognición, emoción, conciencia y autoconciencia, entonces quizás podrían llegar a dar surgimiento no sólo a derechos humanos de tercera generación, sino que necesariamente obligarían a la resignificación de varios de los considerados de primera.
En suma, la gran incógnita inquietante que se propone es: ¿Puede la aceleración creciente de la sinergia (cada vez más orientada a lo simbiótico) entre seres humanos y TIC, trastocar aspectos fundamentales de la existencia y la dignidad humanas? Entendiendo estos dos últimos términos en el sentido dado por la ontología heideggeriana de la analítica existenciaria, del ser-ahí, de la constitución del ser de la existencia, el ser humano (David, 2012; González de la Vega Hernández, 2006).
Este breve artículo está pensado para aportar reflexiones al marco teórico de la tesis doctoral del autor, que plantea un estudio retrospectivo de las políticas educativas promotoras de la sociedad del conocimiento en provincias periféricas argentinas en el período 2003-2015 y una prospectiva de posibles políticas educativas y de formación profesional que permitan desarrollar economías crecientemente basadas en el conocimiento y las TIC en dichos territorios.
Cao (2001:2) denomina provincias periféricas al conjunto de aquellas que se ubican en la franja norte y centro/oeste del país, con extendida presencia de formas de producción no capitalistas y que han sido punto de partida de migraciones hacia el área central durante los últimos 150 años. En términos relativos, contienen el menor nivel de ingreso per cápita y los índices de mayor deterioro social de Argentina. Cao y Vaca (2006:100), diferencian además entre provincias periféricas intermedias (más próximas en su desarrollo a las del área central, como Mendoza, San Luis, La Pampa, Río Negro, Tucumán, Salta y Entre Ríos) y periféricas rezagadas (San Juan, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Jujuy, Corrientes, Formosa, Chaco y Misiones).
La dimensión jurídica es tan importante como otras a la hora de abordar políticas públicas. Resulta fundamental incorporar dicha dimensión, especialmente en relación a la compatibilidad o adecuación de las políticas públicas con los criterios jurídicos de procedimiento y de contenido, esto es, los derechos constitucionalmente otorgados en la máxima norma argentina. La dimensión jurídica, muchas veces relegada a segundo plano por los equipos que estudian, diseñan, ejecutan, siguen y evalúan políticas públicas, debe ser considerada tanto como las dimensiones de la técnica y de la viabilidad política.

Y dado, además, que en la Constitución de 1994 nuestro país consagró un amplio conjunto de derechos humanos y derechos sociales, que llegado el caso pueden ser exigidos por acción judicial; y otorgó carácter constitucional a los tratados y concordatos internacionales “concluidos, firmados y aprobados con las formalidades requeridas por la Constitución Nacional” (García Belsunce, 2006:2), esto es, los diez enumerados en la Constitución y aquellos que en el futuro fueren aprobados por el Congreso con el voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara (CNA, 1994, Art. 75, inc. 22); a los efectos de la investigación retrospectiva y prospectiva sobre el impacto de las TIC en el desarrollo de las provincias, resulta también necesario explorar las condiciones del derecho internacional en la materia y su posible impacto constitucional futuro.

La “glaciación” tecnológica

Si se tuviera que elegir una metáfora para comprender como las NT o TIC vienen transformando diversas cualidades estudiadas por la geografía social (especialmente en la vertiente crítica o radical de David Harvey), la de los glaciares sería muy gráfica. Estas tecnologías y su impacto sobre las prácticas humanas “congelan” cada vez más un conjunto de nociones propias de la modernidad y, al igual que los glaciares, su monumental y sostenido movimiento las “desplazan”, “despedazan”, “amontonan” y “esparcen” como escombros o morrenas a medida que el glaciar se abre paso por el territorio. La era glaciar cubrió todo el globo y lo transformó para siempre; la era tecnológica digital está haciendo algo parecido con las estructuras en todos sus órdenes (estructura cultural, simbólica, social, jurídica, económica, política, mental o psíquica, etc.). El resultado, en clave posmodernista, parece ser el de la fragmentación y deconstrucción de las estructuras establecidas.

Así, en relación a la concepción del espacio-tiempo, su experiencia en la condición posmoderna o etapa actual del capitalismo, se caracteriza por la experiencia sensorial y cultural de un mundo que se encoge, se comprime, se contrae, permanentemente, “como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías del transporte y de la comunicación”, según teorizaciones de Harvey de fines de los años '80 (Delgado Mahecha, 2003:45).

Daniel Downes y Richard Janda, en su artículo Virtual Citizenship de 1998, publicado en Canadian Journal of Law and Society, señalaban ya entonces que la Internet planteaba cuatro grandes desplazamientos de sentido (Pérez Luño, 2014:520); en nuestra interpretación metafórica, cuatro grandes “glaciares” desplazando, puliendo, partiendo y reconfigurando cuatro “lugares” comunes de la modernidad.

El primero de ellos, implicaba el corrimiento de la lógica política desde la Nación-Estado, hacia la comunidad virtual. De tal forma, el vínculo entre ciudadanía y Estado territorialmente soberano parece debilitarse. Constructos tales como soberanía nacional, territorio nacional, identidad nacional o historia nacional van perdiendo sentido como referentes en los procesos identificatorios de los ciudadanos (Martínez, 2004:1-2), quienes se muestran cada vez más anclados a nuevos espacios desterritorializados, que se constituyen, con un fuerte carácter globalizado, como nuevos ejes de producción de ciudadanía.

El segundo desplazamiento, se refiere a la transformación sustancial de la noción de territorio, para dar origen a un espacio sui generis y virtual denominado ciberespacio. Las TIC alteran la geografía del territorio y, en consecuencia, alteran las reglas de la sociedad, la política y la economía. Según Hilbert (2001), los rasgos de este nuevo espacio que la tecnología ha hecho posible, “por un lado, segmenta los dominios sociales existentes y, por el otro, reintegra esos fragmentos mediante nuevas conexiones” (Borello y Suárez, 2013:87). En el campo económico, por caso, la manipulación virtual del espacio que los medios electrónicos facilitan (bases de datos, internets e intranets, chats, foros virtuales, redes sociales, repositorios digitales, herramientas analíticas, de diseño y de simulación, entre otros), hace posible la aceleración y multiplicación de las operaciones financieras, del control de gestión, de los diseños de negocios y estrategias, de las interacciones productivas, de la capacitación, de la gestión colaborativa, de las conversaciones en general, de la toma de decisiones, de las negociaciones mercantiles y transacciones comerciales.

El tercer desplazamiento, operó en un sentido similar al anterior, alterando lo tecnológico virtual a una noción igualmente clásica como la de ciudadanía, para dar lugar a la de ciudadanía virtual, que se ejerce en un espacio desterritorializado que pretende libertariamente independizarse de los estados-nación. Reza al respecto el Manifiesto por el ejercicio de una ciberciudadanía activa, responsable y comprometida, del Observatorio para la CiberSociedad (2002:1):

Ante esta oportunidad de cambio en el desarrollo de la humanidad, reclamamos el derecho universal de acceso al ciberespacio y a su defensa y conservación como un ámbito social libre e igualitario. Sostenemos que es un derecho que debe estar por encima de monopolios estatales, oligárquicos o empresariales, que no se alcanzará con sólo su establecimiento en normas o leyes ni con vacías declaraciones de principios sino, sobre todo, trabajando por él día a día. Para eso, manifestamos nuestro compromiso con el ejercicio de una ciudadanía electrónica o ciberciudadanía activa, responsable y éticamente comprometida con una utilización de las TIC que trabaje para la consecución de una sociedad más solidaria, justa, libre y democrática.

Por último, el cuarto corrimiento de sentidos, claramente delator de la dominancia global del paradigma político neoliberal propio del capitalismo tardío, supone el paso desde la comunidad de naciones estados, al mercado global para la ciudadanía. Con ello, ya en 1998, Downes y Janda avizoraban (o prescribían, si se lo interpreta desde otra óptica), cómo la Internet potenciaría un proceso sutilmente perverso en el campo del lenguaje, las representaciones y los modelos mentales impuestos desde las prácticas culturales y económicas; paso previo que predispone y facilita transformaciones de lo jurídico: El significante “ciudadano” empezaría a perder su sentido (y a convertirse en un sinsentido), al empezar a tener el mismo significado que el significante “consumidor”. Esto viene dándose acusadamente en el mundo desde los ´90, junto con el desplazamiento del Estado del centro a la periferia, para dejar su lugar protagónico al Mercado, metafóricamente, también frío y glacial.

Liberté, égalité, fraternité” en tiempos de TIC

Para entender cómo las nuevas tecnologías vienen influyendo al campo de los derechos subjetivos, es interesante rescatar el análisis realizado por Pérez Luño (2014) sobre cómo se verían alterados por las NT cada uno de los tres postulados de la proclama de la Revolución Francesa, matriz originaria de los derechos humanos. Influencia que presenta un lado en beneficio de la conquista de tales valores, tanto como una contracara reaccionaria y regresiva para el logro de los mismos.

El paradigma generacional de los derechos humanos, hace una distinción secuencial e histórica entre derechos de primera generación (que aluden al valor de la libertad individual), derechos de segunda generación (conquista histórica posterior que alude a los derechos sociales, económicos y culturales, más vinculados al valor de la igualdad entre individuos) y derechos de tercera generación (orientados por el valor de la fraternidad o solidaridad, fuente axiológica para pensar derechos de comunidades y colectivos). Cabe aclarar que, si bien se suele catalogar los derechos vinculados a Internet y las TIC en la tercera generación (Pérez Luño, 2014:473-477), también hay que considerar la influencia de tales tecnologías sobre los derechos de primera y segunda generación.

Liberté!  Las TIC han contribuido muchísimo al fortalecimiento de las libertades individuales, especialmente las relativas al acceso, la producción y la circulación de información. En tal sentido, algunos antecedentes libertarios de la era digital son la Declaración de Independencia del Ciberespacio, de John Perry Barlowm, presentado en Davos el 8 de febrero de 1996; y la propuesta de  Declaración de Derechos Humanos en el Ciberespacio, de Robert Gelman, del 12 de noviembre de 1997. Esta última, por caso, procuraba la extensión de los derechos humanos básicos más allá del derecho a la vida, la libertad o la lucha por conseguir la felicidad, para incluir además la libertad de acceso a la información, expresión, asociación y educación en línea, procurando a la vez la disminución de la brecha digital (Suñé Llinás, 2008:6-7).

En defensa de la tesis sobre la influencia de las TIC en el fortalecimiento de libertades, pueden mencionarse la consagración de la libertad informática y del derecho a la autodeterminación informativa, así  como la determinación del habeas data, en tanto procedimiento jurídico para garantizar el acceso a informaciones sobre la persona del demandante que estuvieran procesadas en bancos de datos, así como la eliminación o corrección de informaciones que fueran falsas, desactualizadas o que el sujeto deseara preservar en favor de su intimidad.  

Así mismo, también se pueden mencionar algunos nuevos fenómenos sociales que requieren ser jurídicamente contemplados y amparados, como por ejemplo, el sostenimiento tecnológicamente mediado de familias transnacionales, conformadas por inmigrantes y sus familiares que quedaron en territorios de origen (Solé y Parella, 2006) o la promoción del acceso a la información pública a través del sistema educativo (de la Fuente y Durán, 2011).

Por su parte, la contracará apocalíptica del efecto de las NT sobre las libertades humanas hace notar, con argumentos suficientes, que nunca antes en la historia la vida individual y social de las personas ha estado tan expuesta a un juicio universal permanente (Pérez Luño, 2014:476); instrumentalmente posible por las posibilidades de la  vigilancia informática de la existencia humana, en una escala de gigantesca cantidad de datos e inaudita automatización y velocidad de los procesos y outpouts que dichos dispositivos tecnológicos de  control social permiten. Asombra la similitud entre la realidad mundial actual y numerosos aspectos de la ficción literaria construida en la obra 1984 de Orwell, publicada en 1949.

Otras formas de invasión a las libertades humanas también están siendo actualmente documentadas en relación a la incidencia de TIC. Por caso, las nuevas tecnologías han obrado como instrumentos amplificadores de la agresividad humana (que de por sí es psicológica y conductualmente constitutiva del ser humano), dando lugar a nuevos fenómenos de violencia, tecnológicamente mediada, por lo general descriptos en el campo de la niñez y la adolescencia, aunque fenómenos similares ocurren cada vez con más intensidad y frecuencia también en otras franjas etáreas. Se hace referencia puntualmente al ciberbullying o acoso virtual (Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, 2011), el sexting, el sexcasting, la sextorsión, el grooming (Velázquez Reyes, 2011), o las denominadas adicciones tecnológicas (Carbonell, 2014; García del Castillo, 2013; García del Castillo et al, 2013).

Égalité! Este valor ha sido la guía para el debate y el desarrollo doctrinario sobre derechos de signo económico, social y cultural. Tales derechos, denominados de segunda generación, permitieron conformar “una imagen de ‘hombre situado’ en el interior de las instituciones y grupos en los que se integra” (Pérez Luño, 2014:480).

En tal sentido, la teledemocracia y la ciberciudadanía suponen notorias contribuciones hechas por las TIC para la implementación de los derechos humanos, y especialmente para contribuir a la igualdad y la democratización. En lo político, la teledemocracia contribuiría a la complementación, tanto del sistema representativo, como de la influencia política de los partidos, haciendo posible fáctica y operativamente, con significativa inmediatez, el ejercicio directo de la democracia por parte de cada ciudadano.

Esta perspectiva optimista respecto al aporte de las nuevas tecnologías para la construcción de una sociedad más igualitaria y justa tiene su antecedente doctrinario en la decimonónica teoría del reconocimiento, cuyos exponentes más nombrados son el jurista alemán Ernest Rudolf Bierling y el español Joaquín Costa. Dicha teoría propugna la participación ciudadana directa en los procesos legislativos, al hacer depender la obligatoriedad de la ley de su aceptación por sus destinatarios (Pérez Luño, 2014:512), en un claro empoderamiento popular respecto a la producción y aplicación del Derecho.

Incluso la crítica hecha por los detractores de la teledemocracia,  respecto a que semejante inmediatez conllevaría una disminución de debates reflexivos y arrastraría a decisiones formalmente democráticas pero contraproducentes y regresivas hacia nuevas formas de autoritarismo, podría relativizarse si se piensa la teledemocracia como un dispositivo tecnológico capaz de incluir foros y espacios deliberativos de comunicación bidireccional entre ciberciudadanos (algo propio de la Web 2.0) y que no se limite exclusivamente a sistemas de encuestas y tomas de decisiones donde el protagonista es el ciudadano individual, carente de interacción o diálogo virtual con otros.

Sin embargo, la igualdad, ese valor central de la Revolución Francesa, muy cuestionado en su conquista real, lo es aún más en relación a las desigualdades que las TIC han profundizado. La brecha social y económica preexistente entre ricos y pobres, no sólo garantiza desde un principio y como punto de partida histórico, una brecha cultural y tecnológica entre ambos grupos; sino que además los aprendizajes y conocimientos posibles para quienes acceden a una educación mediada por TIC, conllevan una apropiación diferenciada de capitales culturales y simbólicos, que posteriormente dan lugar a la conquista de posicionamientos, recursos y capitales que ensanchan aún más las desigualdades previamente existentes. Así, la brecha socioeconómica y la llamada brecha digital, se retroalimentan mutuamente. Sólo las políticas activas del Estado podrían tender a equilibrar tal desbalance y achicar en alguna medida las brechas de cualquier tipo, aunque, difícilmente, a borrarlas de manera definitiva.

La principal igualdad que parece haberse consolidado es la del acceso al consumo de TIC (hasta las personas más pobres hoy acceden a telefonía celular con amplia conectividad, capacidad de navegación en  Internet y uso de redes sociales). Pero se trata solamente de acceder al estatus de consumidores, sin que el mismo garantice una apropiación competitiva de saberes y habilidades que posibiliten auténtica movilidad social en un mundo globalizado y dominado por la NT en todos los campos, especialmente los de la producción del conocimiento y los negocios.

Como lo plantea Cass Sunstein, autor del libro Republic.com, citado por Pérez Luño (2014:499), Internet ha generado un usuario-consumidor inspirado en impulsos egoístas, cuyos hábitos de uso de la tecnología terminan extrapolándose a todos los ámbitos del uso de la misma, incluida la actividad política y ciudadana. Por ende, se corre el riesgo de que la denominada ciberciudadanía suponga la degradación de la democracia republicana y su reemplazo por la mercadotecnia y la lógica económica. Una interesante discusión sobre la teledemocracia puede encontrarse en el texto El voto electrónico ¿Un temor justificado?, de Marta Cantijocich Cunill.

Fraternité! También traducidada como solidaridad. Este valor orienta los derechos humanos denominados de tercera generación, caracterizados principalmente por la defensa de los derechos colectivos que van mucho más allá de la defensa de las libertades del individuo. En su órbita, dominada por la idea de que los sujetos son siempre con otros y en un contexto sociohistórico que los condiciona, se congregan derechos como los de las generaciones futuras, los derechos ecológicos y los derechos de los usuarios y consumidores, entre otros que intentan imponerse en las discusiones jurídicas.

El desarrollo de derechos humanos de este orden en el campo de las prácticas tecnológicas han hecho especialmente pie en la adopción de derechos de los colectivos de usuarios de Internet, así como de derechos que podrían entenderse como ecológicos, pero adaptados al estatus propio de los ecosistemas virtuales distribuidos en el ciberespacio y habitados ubicuamente por millones de ciberciudadanos (o usuarios, si se prefiere ser más crítico en el lenguaje y referir menos a neologismos con efecto eufemístico o encubridor).

Así, por caso, en las primeras páginas de la Carta de Derechos Humanos y Principios para Internet, de la Internet Rights & Principles Dynamic Coalition (2015), avalada por el IGF (Internet Governance Forum) de las Naciones Unidas, al explicar cómo surgió la Carta, se justifica que “ciertos principios deben cumplirse para mantener un ambiente online que defienda los Derechos Humanos” y que esta declaración internacional “ha sido una contribución formadora de la emergente área de los principios de gobernanza de internet”. Como antecedentes de la Carta se mencionan el informe de 2011 de Frank La Rue, Relator Especial para la Libertad de Expresión de las Naciones Unidas; y la decisión de 2012 del Consejo de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos e Internet.

En la mencionada Carta, además de la preocupación por la gobernanza participativa de la Internet, se abordan otros asuntos relacionados a la solidaridad entre sus usuarios y la defensa de intereses colectivos: desarrollo en internet, reducción de la pobreza, sostenibilidad del medio ambiente, protección de los consumidores en Internet, obligaciones y responsabilidades en Internet, apropiación de un orden internacional y social de internet.

Ricardo Porto (2015) realiza un interesante análisis de las implicancias para el desarrollo mediado por Internet que se desprenden del Art. 4 de la Carta de Derechos Humanos y Principios para Internet, que resulta particularmente interesante considerar en función del tema de investigación de este doctorando. Este autor indica, basándose en fuentes del derecho internacional público que el acceso a Internet permite ejercer más “robustamente” una amplia gama de derechos y que, por ende, la Red es una “fuerza impulsora de la aceleración de los progresos hacia el desarrollo en sus distintas formas”, según reza la declaración sobre promoción, protección y disfrute de los derechos humanos en Internet, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de junio de 2012. Al mismo tiempo, Porto hace notar cómo el status quo internacional de la gobernanza en Internet continúa claramente orientado a la profundización de la brecha entre países ricos y pobres. Una descripción de las brechas, económica y digital, entre diferentes regiones y países del mundo puede consultarse en el Informe sobre el desarrollo mundial “Dividendos Digitales”, del Banco Mundial (2016).

¿Nuevos derechos humanos?¿O lo humano en renovación?

Libertad informática, ciberciudadanía, acceso a las TIC… ¿Son nuevos derechos humanos? Para responder que sí es preciso aceptar que las NT participan activa y eficazmente en la constitución de una subjetividad “conectada”, dominante en la sociedad contemporánea. Y más claramente dominante si lo pensamos en términos de sociedad capitalista contemporánea.

Existen, en el campo psicológico y pedagógico, constructos conceptuales de época que dan cuenta del surgimiento de esa nueva subjetividad, de ese nuevo ciudadano. Por nombrar sólo algunos, la cognición distribuida (Salomon, 2001), el hombre-más (Perkins, 2001), el aprendizaje colaborativo (Zañartú Correa, 2002; Gros Salvat, 2008), el conectivismo (Siemens, 2004; Montero Sopilca, 2011) o el aprendizaje ubicuo (Cope y Kalantzis, 2009),  son conceptos que reflejan y señalan cómo la globalización y la mediación tecnológica vienen transformando la noción de sujeto y las condiciones dominantes de la existencia.

Estas nuevas teorías del aprendizaje (y por ende teorías relativas a la construcción del sujeto social) ensalzan cada vez más, ante todo y en el fondo, al conocimiento como razón de ser del ser humano (cognición, cognición social); y en la forma, a los aspectos colectivos del ser humano, más claramente, aquellos relacionados a la producción y el consumo del saber, la técnica y la tecnología.

Nótese que estas teorías psicopedagógicas invitan cada vez más a pensar al ser humano en sus aspectos colectivos, más que individuales. Se alejan de la concepción occidental humanista tradicional que pone al individuo y sus libertades como eje de toda racionalidad y orden. Ofrecen, desde la ciencia psicológica, una fundamentación científica para explicar los procesos humanos y sociales en función de un descentramiento respecto del eje de lo individual, poniendo en primerísimo plano la lógica social de la red distribuida y sistemática de agentes, donde la interconexión entre nodos constituye el todo y el valor supremo.

Esta transmutación histórica de lo humano se evidencia respecto a lo social y los ecosistemas humanos. Como se señalaba más arriba, cuando en la Carta de Derechos Humanos y Principios para Internet de la IRPC, avalada por NU, se impone la idea de que Internet es “un lugar” o “un ambiente online”, cómo explícitamente lo declara, se reconoce que constituye un ecosistema humano al cuál los derechos humanos deben extenderse y en función de cuyas prácticas estos deben ampliarse y, por qué no, en algunos aspectos, incluso reinventarse.

Por caso, el derecho a la identidad, que según la UNICEF se basa en el registro civil universal y la inscripción del nacimiento en los registros públicos para contar  con un nombre y una nacionalidad, no solo presenta hoy nuevos retos en relación a las posibilidades de reconocimiento de la identidad de una persona en medios digitales; sino que, además, el propio concepto de identidad y la vivencia subjetiva de la identidad,  empiezan a trastocarse o subvertirse por efecto de las nuevas prácticas humanas en el ciberespacio. Este se constituye en un laboratorio de identidad, dado que pone a disposición de sus “cibernavegantes” innumerables recursos y medios para experimentar la búsqueda y exploración de la propia identidad. Internet le permite a sus usuarios jugar con sus rasgos identitarios, alterarlos, fingirlos, concretar sus fantasías, compensar complejos de inferioridad, incluso vivir vidas paralelas en diversas redes sociales o tener más de una identidad o perfil en una misma comunidad virtual. ¿Quién puede garantizar que estos novedosos fenómenos psicosociales o “psicosociotecnológicos”, por acuñar un término, surgidos en la Red, que cada vez influyen más en la constitución subjetiva (Arellano Toledo, 2010; Porta et al, 2009), no terminarán incidiendo en la concepción de los derechos humanos? Jurídicamente, ¿Seguirá entendiéndose exactamente lo mismo por identidad en algunos años?

La gran pregunta queda sin respuesta. Hecha y flotante, para lo que sirven las preguntas, para reflexionar y que ello oriente las prácticas teóricas y sus posteriores aplicaciones prácticas, en este caso en los campos de los derechos y de la política.

Los derechos humanos relacionados a nuevas tecnologías… ¿Se tratan de nuevos derechos humanos? ¿O los tiempos actuales, con la mediación de sus tecnologías vertiginosas y cada vez más inmersivas (Ortigueira et al, 2015), están dando origen a un otro ser humano?





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lunes, 9 de noviembre de 2015

Parados al borde del capitalismo

por Néstor R. Martiarena

¿Qué ha caracterizado al capitalismo de las últimas décadas? Primero, que en su fase actual se ha nominado con el elegante eufemismo “globalización”. Segundo, la aplicación generalizada de las recetas políticas y económicas del neoliberalismo. Tercero, la implantación global de la lógica de redes, pero con una finalidad económica y utilitaria, procurando una compleja trama, material y virtual, que en última instancia favorece el tráfico de información y agiliza las decisiones mercadotécnicas y estratégicas en favor de los intereses financieros y empresarios transnacionales. Cuarto, que ha tendido a la construcción de un sujeto social caracterizado por el consumismo, el individualismo, la banalidad, la atomización de sus raíces comunitarias, un auténtico “autómata global” alienado al servicio del capital.

Paradójicamente, aunque en apariencias el capitalismo se muestre acentuado en sus prácticas, los análisis de economía política desde una perspectiva crítica coinciden en señalar su crisis a nivel mundial, especialmente desde 2007 en adelante. Por caso, tras un profundo análisis, Atilio Borón (2014) plantea que

"...estamos ante una crisis de enormes proporciones y cuya evolución nada tiene que ver con la trayectoria de una benigna V (caída e inmediato rebote de la economía) sino con una deprimente L (caída y lentísima recuperación, si es que se produce, como le ha venido ocurriendo al Japón desde hace unas dos décadas)" [...] " estamos ante una crisis cualitativamente distinta a todas las que le precedieron. Muchísimo más compleja y verdaderamente mundial, y articulada con otras: la del petróleo, cambio climático, agua, alimentos, más allá de los aspectos propiamente económicos y financieros, en una combinación que jamás se había presentado en la historia del capitalismo. Todo esto habla de una resolución que, bajo el sistema actual, sólo podrá ser lenta, parcial e insatisfactoria. Más que resolución, simples paliativos que despiertan la furia de los “indignados” que se multiplican en las metrópolis del capitalismo."


Lenin planteaba que “el capitalismo sólo caerá si hay una fuerza social que lo haga caer”. Y por lo pronto, más allá de que estén dadas las condiciones objetivas para la superación del capitalismo, la opción subjetiva, el sujeto social que opere como alternativa poscapitalista, aún no se ha configurado suficientemente.

¿De dónde provendrá este sujeto? ¿De la conversión del capitalismo globalizado hacia el mentado capitalismo social? ¿Del resurgimiento del socialismo con bemoles regionales, étnicos y populistas? ¿De los nuevos movimientos sociales complejamente articulados en diálogos e interacciones que combinan compleja, dinámica y variablemente expresiones de diversos espacios del arco ideológico? ¿De alguna otra propuesta o construcción política e ideológica?

Borón (2008:101-135) sugiere como respuesta el socialismo, pero plantea tres condiciones para materializarlo en el presente mundial y latinoamericano:

1. Los valores y principios modulares del socialismo actual (altruismo, solidaridad, democracia, respeto a la naturaleza y aprecio de la sociodiversidad) demuestran su superioridad ética frente al capitalismo. A su vez, hay algunos antivalores del antiguo socialismo que habrá que evitar repetir: estatismo, populismo, totalitarismo, idolatría de la tecnología, resignación ante la lógica del capital.

2. El programa del proyecto debe ser claro y asumir al menos dos programas: planificación económica que se ajuste a las necesidades concretas y particulares de América Latina, sin que se imiten modelos extranjeros; y la superación del “pensamiento único” socialista, admitiendo una superación dialéctica del mismo, donde el socialismo pueda reinventarse, asumir nuevas alianzas, romper viejos esquemas y generar nuevas estrategias capaces de refundar la realidad.

3. El sujeto histórico del proyecto, debe ser el ser humano considerado en su condición de sujeto social, agrupado, asociado, organizado, cooperativo. Los sujetos actuantes de manera individual y aislada sólo podrían reproducir una vez más las estructuras capitalistas. Sólo el sujeto social organizado podrá resistir al capitalismo y generar alternativas. Dicho sujeto social indudablemente está hoy fuertemente enraizado en los nuevos movimientos sociales, asociaciones comunales, movimientos juveniles y de género, defensores de los DD.HH., ecologistas, pacifistas, movimientos de pueblos originarios.

En un sentido similar Marta Harnecker, citada por Hamburger (2014:140-141) propone cinco “rasgos del socialismo del siglo XXI” en perspectiva latinoamericana, a saber: el hombre como ser social; el pleno desarrollo humano; una democracia participativa y protagónica; un nuevo modelo económico; y un alto grado de descentralización que permita un real protagonismo popular.

En consecuencia, para dar respuesta a las preguntas antes realizadas, hay que considerar también que los gobiernos progresistas latinoamericanos de la última década si bien implicaron fuertes cambios en la correlación de fuerzas en el plano político, no trasladaron tal implicación con idéntica profundidad a los planos ideológico y político-económico.


Concordamos con Gambina y Elías (2014:19) cuando se plantean: “¿En qué medida estos gobiernos acercan, estancan o incluso alejan al movimiento social y popular de escenarios de transición hacia proyectos político-económicos más radicales, de transformaciones estructurales a favor de la población? Recuperar un análisis de clase de tales gobiernos se torna imprescindible”.

En este marco de transición posible, en marcha pero inconclusa, hacia alternativas al desarrollo en un contexto de crisis mundial del capitalismo, los cambios nacionales en países latinoamericanos deberían estar articulados también en la dimensión regional. La coordinación del binomio nación-región exige la capacidad para desacoplarse de la subordinación a los intereses capitalistas centrales, para dar lugar a un contrapeso autonomista regional, que en la escala continental y en un plano macroeconómico haga posible la disminución del rol latinoamericano como simple proveedor de commodities, para dar lugar a políticas sectoriales supranacionales, estructuración de cadenas de valor con eslabones compartidos entre países y mayor protagonismo en sectores que planteen productos con mayor valor agregado (Gudynas, 2013:129-160).

En lo particular de nuestra reflexión, nos interesa reconocer horizontes posibles para el desarrollo de las provincias del NOA y los territorios regionalmente próximos de otras naciones latinoamericanas. Pero una alternativa tal habrá de apoyarse en la imprescindible construcción de un sujeto social regional capaz de emprender dicho proceso de transformación en condiciones de superación dialéctica de las estructuras y superestructuras hegemónicas preexistentes. En el presente ensayo, ello nos lleva a hacernos una serie de preguntas.

¿Cómo son las relaciones de producción en Jujuy?

Un gran lastre contra la posibilidad de desarrollo de las provincias periféricas, que explica el atraso relativo de sus economías provinciales y locales, responde en muchas ocasiones a la debilidad del federalismo y de la redistribución jurisdiccional de la riqueza y las oportunidades, en un contexto de dominación y dependencia internacional, que el estado nacional reproduce y desplaza hacia sus jurisdicciones más débiles. Esta circunstancia histórica no puede obviarse al inicio de cualquier descripción que se haga de las relaciones de producción en las provincias del NOA.

El norte del país puede considerarse un ejemplo apropiado de las intermediaciones económicas y políticas que, desde la etapa del Consenso de Washington, acompañan a las facciones del capital que hoy comandan la explotación de los recursos naturales, perpetuando la dinámica de primarización económica y profundizando los mecanismos de extracción del excedente generado en diferentes territorios.


En el caso puntual de la provincia de Jujuy, y analizándolo por localidades, encontramos relaciones de producción de economías de escala fuertemente arraigadas a lo largo del tiempo (Libertador General San Martín, históricamente relacionado en su desarrollo al monopolio de la empresa papelera Ledesma; o Perico-El Carmén-Monterrico, fuertemente ligados a la dominante producción tabacalera en manos de terratenientes y empresas transnacionales, más allá de la presencia de un cooperativismo que, sin embargo, termina representando los intereses de la clase dominante jujeña).

En otras localidades se observa una ostensible crisis del sector productivo, que viene desplegándose desde la inauguración de la embestida neoliberal en tiempos de la dictadura cívico-militar. Esta circunstancia se observa especialmente en la zona de San Pedro y su vapuleada producción azucarera, y de Palpalá y su ya casi inexistente industria siderúrgica.

Las localidades quebradeñas y puneñas, históricamente ligadas a economías agropecuarias de subsistencia y a algunos grandes emprendimientos mineros (Mina Aguilar, Mina Pirquitas), han tenido un relativo repunte económico junto con la declaración de la Quebrada de Humahuaca como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003, que potenció la actividad turística y hotelera; así como por la irrupción los últimos años de la minería del litio. Sin embargo, ese “repunte” es tal sólo si se lo interpreta en términos capitalistas, no si se lo analiza en términos de redistribución de la riqueza, desarrollo humano y empoderamiento efectivo de los pueblos originarios en esos territorios.

La ciudad de San Salvador de Jujuy, por su parte, como toda ciudad capital de provincia y gran asentamiento poblacional, está fuertemente anclada en su actividad a la administración pública y los emprendimientos comerciales y de servicios. No cuenta con un significativo desarrollo industrial. Si, en alguna medida, presenta algún desarrollo hotelero, insuficientemente acompañado por servicios turísticos y gastronómicos que, en calidad y cantidad, permitan competir en esa rama en igualdad de condiciones con la cercana provincia de Salta.

En general, en la provincia se observa una creciente penetración de grandes firmas multinacionales mineras y supermercadistas, la presencia de exponentes de la burguesía nacional en el sector papelero, y la creciente primarización de la economía. Se observan también algunos intentos de generación de alternativas al capitalismo con arraigo en sectores populares y un correlato ideológico étnico y plurinacional, especialmente desde las organizaciones sociales como la Tupac Amaru, pero que dependen fuertemente en su financiamiento y sustentabilidad del presupuesto del estado nacional, cuyo surgimiento se remonta a las políticas paliativas de la desocupación implementadas durante los últimos veinte años.

Debe agregarse en este análisis preliminar, que la provincia tiene reservado un papel geopolítico destacado, por la presencia de pasos internacionales a Chile (Paso de Jama) y Bolivia (paso fronterizo La Quiaca-Villazón), que la posiciona con un potencial enorme en relación a la posibilidad de integración regional transnacional.

¿Qué incidencia tienen los conocimientos locales en la economía global, en un contexto de crisis capitalista?

¿Qué papel juegan las economías locales y regionales en la actual economía mundial y en el contexto de la actual crisis del capitalismo?

Y más particularmente, ¿Qué papel juega en la economía mundial el saber y el conocimiento, en general, y el propio de cada cultura territorialmente situada?


Reflexionemos primero sobre la primera pregunta. El espacio geográfico organizado por la actividad humana se denomina territorio. El enfoque territorial del desarrollo hace referencia a los procesos de industrialización difusa que se basan en las aglomeraciones territoriales de PyMES, también denominadas clusters o sistemas locales de empresas .

En la bibliografía sobre Desarrollo muchas veces pareciera presentarse a la economía local o territorial en sí misma como una alternativa a las economías de escala y los procesos de acumulación capitalista. Sin embargo, el territorio no es un mero espacio vacío, neutral, ajeno a la lógica del capitalismo globalizado, que apenas contiene objetos y alberga una secuencia de situaciones casuales de manera ahistórica y descontextuada, como una suerte de Triángulo de las Bermudas donde las brújulas del capitalismo pierden su Norte.

Como lo plantea Jimenez (2012:267),
"[…] el espacio no pueda concebirse como una materialidad dada sino como el lugar y el resultado de las prácticas sociales, y en tanto resultado es condicionante, actúa como mediación de la acción. El espacio entonces no es simplemente el lugar material donde se desarrollan las relaciones sociales y se emplaza la infraestructura necesaria para el proceso productivo, sino que se constituye en un sujeto mismo de la producción (material, económica, social). En consecuencia la definición de lo espacial expresa la dinámica de la lucha de clases en un momento histórico específico. En este sentido, el espacio es una dimensión que, lejos de ser neutral ni mucho menos pura, habría que comprenderla en su propia historicidad."

No olvidemos entonces, al pensar en las posibilidades de desarrollo de territorios periféricos, que los mismos también están al acecho de los intereses del capitalismo en crisis sistémica global, que procura echar mano a los espacios territoriales periféricos, una vez más en la historia occidental. Siempre, ante las crisis más fuertes (aquellas que son efecto de los momentos de sobreacumulación), el capitalismo ha encontrado la solución para recuperar el equilibrio perdido en la redefinición de la geografía histórica de la acumulación. Es la lógica del imperialismo, que procura la expansión y dominación geográfica como vía para expandir también la lógica del valor a regiones poco desarrolladas y para apropiarse de la renta de nuevas zonas de explotación extractiva de recursos naturales.

Planteada esta perspectiva sobre el papel de lo local en el capitalismo tardío, volvamos a hacernos la segunda pregunta: ¿Qué papel juega en la economía mundial el saber y el conocimiento, en general? ¿Y el propio de cada cultura territorialmente situada?

A comienzos de los años ’70, el sociólogo y economista Peter Drucker no sólo impuso el concepto de sociedad de la información (que supone valorar la información como un recurso estratégico en todo sentido y en todos los campos), sino que propuso ir más allá y planteó la necesidad de una teoría económica en la cual el conocimiento fuera el recurso para la producción de riqueza (Drucker, 1993). Se anunciaba que el saber se convertiría en el recurso básico del nuevo sistema social; y que la sistematización, organización y libre circulación de la información y el conocimiento darían por resultado la multiplicación del mismo y serían el motor de la economía mundial.

Luisa Montuschi (2014), presidenta de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de nuestro país, aclara más el concepto:

"Lo que todos parecen aceptar es que el mundo, o por lo menos el mundo desarrollado, está crecientemente organizado sobre la base de una economía basada en el conocimiento (EBC), lo cual no implica por cierto que la misma esté ya inserta en una Sociedad del Conocimiento.
Tampoco resulta adecuado identificar a las EBC con lo que se ha dado en llamar economías postindustriales o de servicios. En las EBC el conocimiento debe predominar tanto en sectores productores de bienes, en muchos casos bienes intangibles, como en los productores de servicios. Además, el conocimiento característico de las EBC es mucho más que el conocimiento puramente tecnológico. También debe ser referido a aspectos culturales, sociales y organizacionales."


Este paradigma, sin embargo, había sido vislumbrado mucho tiempo antes, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial; cuando diversas fundaciones con el aval del gobierno de EE.UU. impulsaron la ciencia cognitiva y el desarrollo tecnológico digital: Fundación Macy, Fundación Hixson, Fundación Ford, Fundación Sloan (Gardner, 1996:26-54). Este dato histórico no es menor, pues habla de la relación ideológica entre el paradigma de la economía del conocimiento, el capitalismo y el imperialismo.

Hoy día es innegable la centralidad de la información, la tecnología y el conocimiento en general (desde el más complejo saber científico, hasta el más simple saber hacer y saber tácito), para la gestión política, productiva, comercial y financiera. Hoy más que nunca el saber es poder y la plusvalía ha refinado sus métodos al extremo de idear dispositivos de gestión organizacional que permiten la explicitación de los saberes tácitos del colectivo obrero en beneficio del capital.


Esta elucidación crítica no debe perderse de vista al momento de considerar la factibilidad de una economía del conocimiento. Para que no se trate de un engaño, una trampa, tal debate corresponde darse en un terreno metacognitivo que nos lleve a preguntarnos antes que todo: ¿Corresponde ingresar a la economía del conocimiento tal como está planteada en el capitalismo tardío? ¿Es posible adaptar la noción para reconsiderarla en un contexto poscapitalista? ¿Qué tipo de conocimiento queremos que sustente nuestra economía y para qué? ¿Desde cuál, y hacia cuál, posición estratégica en el contexto de las naciones pretendemos promover una economía de estas características? ¿En relación a qué sujeto social deseable?

Volvamos a la última parte de la segunda pregunta de este apartado: ¿Y qué papel juega en la economía mundial el saber y el conocimiento propio de cada cultura territorialmente situada?

Se puede perfectamente afirmar que las economías locales están siendo gradualmente más importantes en su contribución a la innovación y la alta tecnología. Empiezan a darse articulaciones entre conocimiento y territorio, donde cada vez más frecuentemente se materializan nociones como innovación desde los territorios, aprendizaje colectivo, surgimiento de regiones cognitivas con identidad propia, exteriorización y explicitación del conocimiento tácito local, regiones aprendedoras, regiones inteligentes o medios innovadores (Boisier, 2005:50).

¿De dónde debería provenir la fuente de eficiencia de la economía en regiones, países y territorios poco desarrollados? Pareciera que la especialización en derivaciones tecnológicas que se hagan posibles a partir de la propia cultura y patrimonio cultural resultarían una estrategia recomendable, como una alternativa superadora del esquema de acumulación capitalista basado en la economía de escala, las grandes empresas y la primarización extractiva.

¿Es posible, para las provincias económicamente periféricas de Argentina, por caso Jujuy, integrar un sistema de desarrollo regional-local especializado en productos y servicios con un matiz local distintivo, con un importante componente tecnológico producido localmente, capaz de aprovechar los mercados externos para comercializar su producción y posicionarse competitivamente?

Antes de avanzar, recalquemos, para que el árbol no oculte el bosque, que el potencial cognitivo de un territorio nunca será en sí mismo la panacea para el desarrollo, si es que no se integra a un programa nacional, regional y continental de características geopolíticamente emancipatorias, ideológicamente orientado al desarrollo humano y el respeto al medioambiente y la diversidad, y económicamente superador del sistema de acumulación capitalista y la violencia imperialista que este conlleva.

Si estas condiciones no se alcanzan, a lo sumo existirá crecimiento económico en un contexto alineado a intereses extraños; pero no desarrollo enmarcado en y orientado hacia la propia identidad y bienestar.

¿Y los conocimientos locales andinos?

¿Qué valor tiene el saber y el conocimiento para la cosmovisión de las culturas del NOA, sur de Bolivia y norte de Chile? ¿Cómo esos conocimientos podrían aportar valor agregado a la producción económica regional y local?

Para reflexionar sobre los saberes locales y planificar su uso inteligente y provechoso en términos de desarrollo humano y económico, es fundamental multiplicar los ámbitos en los que se debata sobre estas cuestiones y, sobre todo, poner a conversar diversos sectores y actores. Aquí, por caso, para empezar a responder estas preguntas, se rescatan algunas percepciones de un conjunto de entrevistados vinculados a los ámbitos de la educación superior y la gestión pública en la provincia de Jujuy.


“En las culturas ancestrales de esta Región, integrada actualmente por tres países latinoamericanos, se basan los saberes y conocimientos con una identidad común y a la vez con una gran diversidad. Dichos conocimientos le aportan valor agregado a cualquier tipo de producción económica regional y local. Como ejemplo podemos tomar la Producción de la Quinoa y en general, de la Agricultura familiar, ya que poseen tecnologías propias de esos saberes.” (Betina Claudia Demattei. Abogada y procuradora. Asistente Técnica y Legal del Centro de Referencia del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación en la Provincia de Jujuy. Miembro Permanente de la Junta Ejecutiva del Consejo Provincial de la Mujer y del Consejo Provincial de Discapacidad. Miembro alterno de la Mesa Nacional de Desarrollo Rural para la Justicia Social en Jujuy)

“En el NOA, particularmente el conocimiento tradicional o académico, se ve potenciado con el “saber” o conocimiento que fue trasmitido de generación en generación relacionado con el saber cultural, los saberes ancestrales que identifican a una cultura. Este valor agregado permite que la sociedad reconozca sus raíces y genere fortalezas y oportunidades para el desarrollo local.” (Gladis Antonia Apaza. Licenciada en Psicología. Docente universitaria. Trabajadora de salud mental en hospital público)

“El saber y el conocimiento en la Cultura Andina todavía se encuentra silenciado y hasta mutilado, porque dispone de asistencia técnica y financiera limitada para la recuperación y producción de saberes y conocimiento en contexto. Estos podrían aportar valor agregado a la producción económica regional y local, definiendo políticas de conocimiento prioritarias para el desarrollo de los pueblos, cuya responsabilidad social sería de las Instituciones de Educación Superior de Frontera, donde sus investigadores produzcan conocimientos relevantes, difundan sus resultados y efectúen transferencias concretas.” (Cristina Figueroa. Profesora de Ciencias de la Educación, especialista en Didáctica y Docencia Superior)

“No sé si podré hablar de saber y conocimiento para incorporar valor agregado a la producción, en este momento y dadas las políticas económicas tan dependientes a la economía central, somos un zona de producción primaria que se primariza cada vez más y no se posibilita incorporar valor agregado a la producción, no sólo por los costos, sino porque es muy difícil acceder a tecnología de punta. Aun cuando las grandes empresas que colindan con nuestros países limítrofes son multinacionales.” […] “Cuando hablamos de saber tenemos que considerar de qué estamos hablando, si es un saber sobre servicios que hacen a la economía nacional, regional y local convendría conocer cuáles son los programas de desarrollo, en Argentina, al menos no se observa una linealidad en cuanto al desarrollo económico regional ni de servicios, menos en nuestra provincia que es una economía regional desbastada. El conocimiento puesto al servicio del desarrollo es fundamental, pero aparentemente existe una contradicción entre el conocimiento que fluye desde los avances científicos tecnológicos y la aplicación en relación a las necesidades como país y región.” (Elizabeth Bellavilla. Magister en Educación. Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Salta en la Carrera de Ciencias de la Educación)

Estos sentidos apenas son una reducida muestra exploratoria de las percepciones que tienen algunos actores del campo de la educación superior y la gestión social en la provincia de Jujuy. Esta indagación debe proseguir y profundizarse. Particularmente parece interesante indagar la percepción y posición de otros actores, especialmente los nuevos movimientos sociales que han venido arraigándose en la sociedad del NOA y, que como desarrollamos más adelante, tienen un rol protagónico en el despliegue de alternativas para el desarrollo en Latinoamérica.

¿Existen estructuras institucionales y jurídicas para impulsar una economía basada en el conocimiento regional?

Algunos ejemplos concretos nos darán una punta del ovillo de respuestas posibles.

En lo referente a estructuras institucionales, de la entrevista realizada al ingeniero Gustavo Lores, Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy, surgen muestras de instituciones orientadas a la integración regional, en políticas relativas al conocimiento.

Uno de los organismos referidos es la Zona de Integración del Centro Oeste Sudamericano (ZICOSUR) . Se trata de un proceso de integración regional de tipo horizontal que conforma una sub-región dentro del MERCOSUR. Conforman el área ZICOSUR, las provincias argentinas de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero, Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones; los departamentos bolivianos de Beni, Cochabamba, Chuquisaca, Oruro, Pando, Potosí, Santa Cruz y Tarija; el estado brasileño de Matto Grosso do Sul; las regiones chilenas de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta y Atacama; la totalidad de los departamentos de Paraguay y desde el 2011 los departamentos del sur del Perú: Arequipa, Moquegua, Puno y Tacna. Si bien este bloque existe desde el año 1997, recién logró conformar su estructura institucionalidad a fines del año 2005.


A su vez, en el contexto de ZICOSUR y en lo relativo a la comunidad universitaria de la zona, en tanto motor de la producción y aplicación de conocimientos locales, existe el Consejo de Rectores por la Integración de la Subregión Centro Oeste de Sudamérica (CRISCOS) . Se trata de un organismo subregional; sin fines de lucro; dedicado a la integración y colaboración interuniversitaria, estando constituido por universidades del noroeste de Argentina (Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca y la Rioja), de toda Bolivia, del norte de Chile y sur del Perú, representadas por sus rectores.

La finalidad fundamental de CRISCOS es profundizar el camino de la integración de los pueblos de Sudamérica y en particular, de la subregión centro oeste, con el propósito de ampliar las bases de la cooperación académica, científico-tecnológica y cultural entre las universidades ubicadas en la referida zona geográfica.

Por otra parte, en lo referido a estructuras jurídicas a ser tenidas en cuenta para avanzar en la implementación de políticas orientadas a una economía basada en el conocimiento en esta región transnacional, no se puede dejar de mencionar la nueva constitución boliviana.

En ella se da expresa importancia y protección jurídica a los patrimonios culturales y recursos económicos que estos generen, declarándose la protección a la propiedad intelectual de saberes y conocimientos propios del país. En similar sentido, la actual constitución de Bolivia se expresa a favor de la promoción de la ciencia y la tecnología. Se destaca así mismo la prohibición expresa que hace de patentes sobre la biodiversidad y en lo relativo a transgénicos, como un modo de garantizar la soberanía agroambiental.

En lo relativo a desarrollo económico, la constitución boliviana pone al poder ejecutivo en la obligación de presentar periódicamente Planes de Desarrollo Económico y Social, que deberán ser aprobados por el poder legislativo. E instituye las Zonas de Seguridad Fronteriza, de 50 kilómetros de ancho a lo largo de toda su frontera con otros países, para las cuáles determina un régimen especial de desarrollo.

En tal sentido, la provincia de Jujuy y otras que limitan con Bolivia, deberían estar atentas para negociar y dispuestas a articular sus políticas de desarrollo con las de los territorios bolivianos correspondientes a dicha Zona, en pos de hacer posible algún tipo de clusters económicos en los territorios fronterizos de ambos países.

Sería recomendable que las legislaturas del NOA estudiaran y debatieran a fondo sobre transformaciones constitucionales provinciales, en pos de favorecer la integración para el desarrollo conjunto con los territorios de las naciones vecinas.

¿Qué papel pueden jugar en este proceso de desarrollo los movimientos sociales y populares?

¿Cómo los movimientos populares con tendencia regional y transnacional de Argentina, Bolivia y Chile, se articulan y se podrían articular en la construcción conjunta de una economía apoyada en el conocimiento, de perfil e identidad propia, territorial y culturalmente situada?


A partir de la crisis del capitalismo, durante los últimos 20 años, se hace crecientemente visible la emergencia de movimientos sociales transnacionales que expresan articulaciones sostenidas de sus miembros de base (campesinos, sectores urbanos empobrecidos, trabajadores sindicalizados). Estos movimientos sociales están mostrando la
"...capacidad de configurarse como sujetos sociopolíticos, y dicha capacidad, presupone ser un actor social. Los actores se constituyen en sujetos en la medida que se integran a un proceso de inserción ampliada en la vida social que implica el desarrollo de sus luchas, niveles de organización y de su conciencia en procesos de encuentro y confluencia con otros. La dimensión transnacional de la acción colectiva alude al desarrollo de respuestas colectivas al proceso de reestructuración y crisis del capitalismo. Se puede diferenciar entre los movimientos que modifican algún elemento en conflicto, de aquellos que postulan cambios importantes en su dinámica y, más aún, los que quieren cambiar el sistema (Rodríguez y Bartolomé, 2012:159-160)."

En términos de desarrollo, el papel de estos movimientos sociales podría relacionarse con la noción de contradesarrollo o desarrollo alternativo que sugiere Veltmeyer (2003) como salida del neoliberalismo, noción emparentada con la de desarrollo local como empoderamiento de la sociedad local (Boisier, 2005:55). Desde tales perspectivas, cada pueblo con referencia a sus valores y sobre la base de la acción autónoma, apoyado en sus organizaciones, construye su futuro.

En la economía jujeña, del NOA y de los territorios próximos chilenos y bolivianos, dada la fuerte presencia de circuitos de economía informal y de subsistencia (Arroyo, 2003:9-11), se hace recomendable que las políticas de desarrollo consideren opciones del contradesarrollo o desarrollo alternativo tales como los créditos a microemprendimientos; el desarrollo a escala humana planteado por Max-Neef a partir de experiencias comunitarias en Ecuador y Brasil; la noción neo-cepalina (Sunkel, Stiefel, Wolf, Hirschmann) de participación en el proceso de desarrollo y ampliación de la base social del proceso productivo; o la perspectiva teórica y organizacional para la formulación de proyectos emprendedores de DAMNE (Desarrollo Alternativo para Mujeres en una Nueva Era).

Pero más allá de la combinación de las diferentes opciones de desarrollo alternativo que se pongan en práctica en los sectores vulnerables de la sociedad, si se quiere generar desarrollo económico se requerirá cultivar la cultura del encadenamiento productivo y la asociatividad entre los emprendimientos y proyectos de desarrollo centrados en sectores populares, de modo tal que en la unión o agrupamiento productivo de los mismos se consolide una cultura comunitaria que efectivamente fortalezca la región.

Es un dato alentador para pensar como viable la posibilidad de, no solo resistir al capitalismo tardío en crisis, sino también construir alternativas regionales de desarrollo a partir de la acción de los movimientos sociales, saber que vienen prosperando en la práctica una serie de acciones sociales que se han transnacionalizado. Ello da lugar a la configuración de un mapa regional que se hace cada vez más diverso, complejo y, por qué no, revolucionario, orientado a una modalidad de desarrollo que incluye la dimensión humana como base de cualquier posibilidad de crecimiento y desarrollo.

"Estos movimientos sociales transnacionales tienden al desarrollo de estrategias multiescalares de acción, donde el espacio se presenta como una red habilitante de oportunidades de resistencia y proposición. Su estrategia trasformadora sigue trayectorias no lineales. […]
A partir de un núcleo de cuestiones sectoriales definidas a nivel de territorio, por un lado construyen estrategias de acción transnacional que abrazan los lugares concretos donde sus miembros disputan (fortaleciendo su posición en un conflicto local, formando recursos humanos, acompañando estrategias de incidencia política, impulsando campañas temáticas, etc.) y, al mismo tiempo, abordan cuestiones de escala global, como las consecuencias del cambio climático, la crisis alimentaria, el acceso al agua entre otras.
Esta multiescalaridad se despliega a partir de la constitución de América Latina como “territorio de referencia” que, a la vez, acompaña el desarrollo de su identidad sociopolítica. Se trata de una construcción simbólica sostenida en una lectura de procesos materiales en el curso de constitución de la “fábrica global” y la geopolítica de la multipolaridad que reconfiguran las nuevas centralidades del capitalismo existente (bajo la tensión EUA-China tal como se viene manifestando en el continente). (Rodríguez y Bartolomé, 2012:171-172)."

Para el caso del NOA, existen bastantes similitudes y aproximaciones entre algunas organizaciones sociales de esas provincias y los movimientos sociales que dan sustento al poder político del actual gobierno boliviano. Esta circunstancia histórica regional debería ser tenida en cuenta a la hora de avanzar en políticas públicas para el desarrollo.

Más preguntas que quedan abriéndose


Al cierre del presente ensayo, se abren aún más y más preguntas que ayudarán a seguir pensando.

¿Qué experiencias y antecedentes existen en Jujuy y los territorios limítrofes de Bolivia y Chile, de políticas educativas, formativas y culturales, orientadas a aprovechar los saberes y conocimientos propios de las culturas locales, para la promoción del desarrollo económico alternativo y emancipatorio de la región?

¿De qué forma se avanza y se podría avanzar en la integración entre las provincias del NOA y las regiones limítrofes con Bolivia y Chile?
Y particularmente, ¿Qué potencialidades para el desarrollo local transnacional se abren en relación a las franjas de territorios limítrofes, de 50 kilómetros de ancho en la frontera boliviana, consideradas zonas de desarrollo singulares en la nueva constitución boliviana?

¿Cómo se vienen articulando e integrando transnacionalmente los movimientos sociales jujeños, bolivianos y del norte chileno, especialmente en relación a políticas de desarrollo humano y económico basadas en la educación, la cultura y la producción?

¿Qué políticas educativas, formativas y culturales serían factibles a futuro, de manera integrada, en Jujuy y los territorios limítrofes de Bolivia y Chile?

Se suele afirmar que para lograr un sólido desarrollo económico es necesario invertir en investigación y desarrollo (I+D), ciencia y tecnología (CyT), y educación y formación profesional orientadas a la interacción social, la construcción de conocimiento y la producción, tecnológicamente mediadas.

Para el caso de las provincias periféricas del noroeste argentino, tal “receta” no parece suficiente por sí sola. Se hace imprescindible, al mismo tiempo, transformar el equilibrio (o desequilibrio) actual en las relaciones sociales de producción. Es necesario empoderar nuevos actores que intervengan en la dinámica de tales relaciones aportando un contrapeso alternativo que condicione a los sectores hegemónicos y al estado capitalista-populista.

Nuevos movimientos sociales, cooperativas de trabajo, microemprendedores auto organizados en redes, asociativismo entre Pymes y toda forma de organización cívica o empresaria que se oriente hacia la defensa y construcción de alternativas económicas que promuevan la propiedad colectiva de los medios de producción y la redistribución de la riqueza, serán fundamentales para lograr el desarrollo económico y humano en estas provincias y en la región pensada en su dimensión transnacional latinoamericana.

El avance que se alcance será mayor si, además de esta reestructuración del entramado de relaciones sociales de producción, la producción se orienta hacia bienes con mayor valor agregado y más competitivos en un mercado globalizado. Y ello si depende del desarrollo científico, la aplicación tecnológica, el aprovechamiento de las ventajas competitivas derivadas de la identidad y la diversidad cultural, la explicitación y perfeccionamiento de saberes tácitos incorporados en la comunidad y el patentamiento internacional de los conocimientos localmente producidos, preferiblemente en términos de propiedad colectiva o de propiedad del Estado en tutela del patrimonio local o nacional.

En cuanto a los aportes que la cultura de nuestros territorios podrían hacerle al desarrollo económico y productivo, y como parte de las políticas de empoderamiento y desarrollo alternativo de los sectores vulnerables de la sociedad, seguramente jugarán un papel destacado la promoción de emprendimientos de manufacturas alimentarias con valor agregado a partir de materia prima autóctona (quinoa, cañihua o cañahua, kiwicha o amaranto, tarwi o lupino, papas andinas, palta, choclo, cayote, carne de llama, quesillos, etc.), que además contribuirían a la soberanía alimentaria.

La región presenta potencial productivo a partir de su cultura y de sus saberes. La industria cultural folklórica, la vestimenta étnica, el turismo de aventura y el turismo étnico, son algunos ejemplos muy simples y factibles de desarrollar en el corto plazo.

En definitiva, ¿Es posible en la región el desarrollo centralmente basado en el conocimiento, la educación, la formación y la reapropiación de la propia cultura, en un escenario poscapitalista?

Si lo es. Aunque no será nada sencillo, ni ajeno a conflictos, tensiones y resistencias de los sectores dominantes.




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